Es normal que si tu pareja ya no quiere tener intimidad contigo te sientas herido y confundido. Es una frase que resume noches en vela, dudas sobre uno mismo y conversaciones que no llegaron a suceder. Cuando escuchas o piensas “mi pareja ya no quiere tener intimidad conmigo”, lo normal es buscar culpables personales. La realidad suele ser más compleja, involucrando la pérdida de deseo, factores físicos, emocionales y relacionales que no siempre tienen que ver con el amor que la otra persona siente.

Antes de sacar conclusiones, es útil saber que las causas van desde el estrés, la ansiedad o la depresión, hasta cambios hormonales, enfermedades crónicas, medicamentos y problemas de pareja como resentimiento o falta de comunicación. Esta mezcla explica por qué muchas parejas se ven sorprendidas cuando la intimidad se apaga, y por qué la solución rara vez es rápida o única. En este artículo desglosaremos las causas más comunes y daremos pistas para reconocerlas y abordarlas. Hablar de esto no tiene por qué convertirse en un conflicto, pues siempre hay opciones muy saludables para abordar el tema.
Causas médicas y psicológicas
Cuando alguien piensa que su pareja ya no quiere tener intimidad, lo habitual es que haya detrás factores que no son culpa personal, pues la cabeza y el cuerpo mandan mucho sobre el deseo. El estrés sostenido, la ansiedad y la depresión consumen recursos emocionales y energéticos necesarios para la atracción; pueden alterar el sueño, reducir la autoestima y bloquear la respuesta sexual. Además, varias medicaciones (especialmente ciertos antidepresivos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) pueden reducir el deseo, dificultar la excitación o el orgasmo; si la aparición del problema coincide con un inicio de medicación, conviene consultarlo con el médico.
Las hormonas y los cambios físicos son otro bloque importante: la perimenopausia y la menopausia, el descenso de testosterona en personas con testículos o alteraciones tiroideas pueden reducir el deseo y provocar síntomas como sequedad o dolor que empujan a evitar la intimidad. Esto es más común de lo que muchos imaginan y tiene opciones de manejo médico. También las enfermedades crónicas (dolor, diabetes, problemas cardiovasculares), el consumo excesivo de alcohol o drogas, la fatiga extrema por trabajo o cuidado de hijos y algunos medicamentos para la presión arterial o el dolor contribuyen a esta situación.
Por eso, antes de concluir que la atracción se ha perdido para siempre, es prudente descartar y tratar causas médicas o psicológicas. Propón juntos una revisión con el médico de cabecera o un especialista en salud sexual; un diagnóstico claro abre el camino a soluciones reales, desde ajustar la medicación hasta terapia sexual, tratamiento para el dolor o apoyo psicológico. La curiosidad compartida y la búsqueda de ayuda pueden cambiar el rumbo y devolver la conexión.
Causas emocionales y de pareja

Con frecuencia, la falta de deseo es la punta del iceberg de problemas emocionales: distanciamiento, rencores acumulados, críticas constantes o la sensación de no ser visto/a. La intimidad sexual necesita una base emocional (confianza, atención y ternura) y cuando esa base se resquebraja, el cuerpo responde evitando el encuentro. Otra situación habitual es la discrepancia sexual, que ocurre cuando los ritmos de deseo no coinciden. A veces uno de los dos necesita menos sexo; otras veces hay una orientación (como la asexualidad) o experiencias de abuso o vergüenza que convierten el sexo en una amenaza antes que en un placer.
La buena noticia es que muchas de estas dinámicas se pueden mejorar con comunicación y trabajo conjunto. Hablar sin culpas, establecer tiempos para la conexión que no siempre tengan que terminar en sexo y aprender a pedir lo que uno necesita son pasos concretos. La terapia de pareja y métodos basados en investigación sobre intimidad ofrecen herramientas para reconstruir el tejido relacional y reactivar el deseo cuando es posible.
Si te encuentras atrapado/a en el pensamiento de que tu pareja ya no quiere tener intimidad, intenta cambiar la pregunta: ¿qué ha cambiado en nuestra vida, cuerpo o relación? Eso abre la puerta a acciones concretas, como citas sin niños, higiene del sueño, reducir estrés, buscar ayuda médica o psicológica o acudir a terapia sexual. En algunos casos, la solución pasa por aceptar una nueva forma de intimidad: cercana, afectiva y respetuosa, aunque distinta de lo que cada uno imaginó. Por último, pero no menos importante, recuerda que pedir ayuda profesional no es un fracaso, es cuidarse y cuidar la relación.